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A mostrar mensagens de novembro, 2007
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A casada infiel Eu que a levei ao rio, pensando que era donzela, porém tinha marido. Foi na noite de Santiago e quase por compromisso. Apagaram-se os lampiões e acenderam-se os grilos. Nas últimas esquinas toquei seus peitos dormidos, e se abriram prontamente como ramos de jacintos. A goma de sua anágua soava em meu ouvido como uma peça de seda rasgada por dez punhais. Sem luz de prata em suas copas as árvores estão crescidas, e um horizonte de cães ladra mui longe do rio. Passadas as sarçamoras, os juncos e os espinhos, debaixo de seus cabelos fiz uma cova sobre o limo. Eu tirei a gravata. Ela tirou o vestido. Eu, o cinturão com revólver. Ela, seus quatro corpetes. Nem nardos nem caracóis têm uma cútis tão fina, nem os cristais com lua reluzem com esse brilho. Suas coxas me escapavam como peixes surpreendidos, a metade cheias de lume, a metade cheias de frio. Aquela noite corri o melhor dos caminhos, montado em potra de nácar sem bridas e sem estribos. Não quero dizer, por homem, as c
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Grito Hacia Roma (Desde La Torre Del Crysler Building) Manzanas levemente heridas por los finos espadines de plata, nubes rasgadas por una mano de coral que lleva en el dorso una almendra de fuego, peces de arsénico como tiburones, tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud, rosas que hieren y agujas instaladas en los caños de la sangre, mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula que untan de aceite las lenguas militares donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma y escupe carbón machacado rodeado de miles de campanillas. Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino, ni quien cultive hierbas en la boca del muerto, ni quien abra los linos del reposo, ni quien llore por las heridas de los elefantes. No hay más que un millón de herreros forjando cadenas para los niños que han de venir. No hay más que un millón de carpinteros que hacen ataúdes sin cruz. No hay más que un gentío de lamentos que se abren las ropas en esp
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Pequeño Poema Infinito Para Luis Cardoza y Aragón Equivocar el camino es llegar a la nieve y llegar a la nieve es pacer durante veinte siglos las hierbas de los cementerios. Equivocar el camino es llegar a la mujer, la mujer que no teme la luz, la mujer que mata dos gallos en un segundo, y luz que no teme a los gallos y los gallos que no saben cantar sobre la nieve. Pero si la nieve se equivoca de corazón puede llegar el viento Austro y como el aire no hace caso de los gemidos tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios. Yo vi dos dolorosas espigas de cera que enterraban un paisaje de volcanes y vi dos niños locos que empujaban llorando las pupilas de un asesino. Pero el dos no ha sido nunca un número porque es una angustia y su sombra, porque es la guitarra donde el amor se desespera, porque es la demostración de otro infinito que no es suyo y es las murallas del muerto y el castigo de la nueva resurrección sin finales. Los muertos odian el número dos, pero el número d
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Por que me falas nesse idioma? perguntei-lhe, sonhando. Em qualquer língua se entende essa palavra. Sem qualquer língua. O sangue sabe-o. Uma inteligência esparsa aprende esse convite inadiável. Búzios somos, moendo a vida inteira essa música incessante. Morte, morte. Levamos toda a vida morrendo em surdina. No trabalho, no amor, acordados, em sonho. A vida é a vigilância da morte, até que o seu fogo veemente nos consuma sem a consumir. Cecília Meireles

Noche de amor insomne

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Noche arriba los dos con luna llena, yo me puse a llorar y tú reías. Tu desdén era un dios, las penas mías momentos y palomas en cadenas. Noche abajo los dos. Cristal de pena, llorabas tú por hondas lejanías sobre tu débil corazón de arena. La aurora nos unió sobre la cama, las bocas puestas sobre el chorro helado de una sangre sin fin que se derrama. Y el sol entró por el balcón cerrado y el coral de la vida abrió su rama sobre mi corazón amortajado. Garcia Lorca

Morte de D. Quixote

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Pobres, gritai comigo: Abaixo o D. Quixote com cabeça de nuvens e espada de papelão! (E viva o Chicote no silêncio da nossa Mão!) Pobres, gritai comigo: Abaixo o D. Quixote que só nos emperra de neblina! (E viva o Archote que incendeia a terra, mas ilumina!) Pobres, gritai comigo: Abaixo o cavaleiro de lança de soluços e bola de sabão no elmo de barbeiro! (E vivam os nossos Pulsos que, num repelão, hão-de rasgar o nevoeiro!) José Gomes Ferreira

Ciudad Sin Sueño

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(Nocturno de Brooklyn Bridge) No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas. Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros. No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Hay un muerto en el cementerio más lejano que se queja tres años porque tiene un paisaje seco en la rodilla; y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase. No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. Pero no hay olvido, ni sueño: carne viva. Los besos atan las bocas en una maraña de venas recientes y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros. Un día